La compra del pan en un hogar medio sigue los principios de la "ley de Murphy para el pan" que no están escritos pero que serían algo así como:
- Si te acuerdas de comprar el pan, también se acordará tu pareja y te saldrá el pan por las orejas.
- Si hay pan, no te apetecerá comerlo y si no lo hay lo echarás de menos.
Fruto de estas inexorables leyes, se producen semanas dramáticas para el desperdicio de este alimento. Yo he descubierto el remedio para aliviar mi conciencia: las gallinas de mi vecina, pasan del señor Murphy y se lo comen todo-todo.
Mejor sería acertar con la compra pero bueno, al menos de vez en cuando me regala huevos.