Mi vieja tostadora ha vuelto a casa. El olor a churruscado vuelve a llenar la cocina de olores empireumáticos mezclados con el del café. Por el camino, me he hecho amigo de los de la tienda de reparaciones que una y otra vez me pedían disculpas por el retraso y que se asombraban que a esas alturas después de varios meses no me estuviera ciscando en ellos como suelen hacer en esos casos los clientes. El técnico creo que ha visto reforzada su autoestima después de no rendirse ante mi vieja tostadora que escondía el diodo averiado con gran celo. Mi dinero ha quedado en un pequeño comercio de barrio y yo estoy contento de no visitar el punto limpio con otro trasto. Mis hijas me dicen- Papa, eres tonto, por el mismo dinero te compras una nueva hecha en China. Si claro, yo no les contesto, a ver si lo pillan ellas solas.
